En un lejano pueblo de la Mancha
vivió la más purísima persona
un hidalgo de flauta azul por boca
y de ruda luciérnaga en el alma.
Fue don Quijote el cónsul de la espada
y el doctor incansable de la rosa
en su mente volaba la paloma
como vuelta la luz en la esmeralda.
Nunca temió morir y nunca nada
le detuvo y según cuenta la historia
su corazón era una copa de agua.
Nunca falló su ronca voz de nácar
y como en lo perfecta era una hoja
sólo la muerte pudo marchitarla.
8 nuevos poetas chilenos -- 1939.
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