El 2 de agosto fallece en su casa de la Rua Afonso Celso, en San Pablo, víctima de una dolencia cardíaca. Su personalidad es recordada en un artículo de Arnaldo Pedroso d'Horta para la revista Anhembi: "La noticia de la muerte, que refieren los periódicos, no encuentra eco en nuestra mente. Le falta una confirmación íntima: no podemos verlo muerto, no aprendimos a imaginarlo así. Creemos que él mismo no sabría cómo comportarse si tuviese que representar ese papel; su sentido de la ironía y del ridículo, permanentemente alerta, siempre bullicioso, no se adecuaria a la rigidez cadavérica, al innemorial teatro de la muerte. No es posible pensar en Segall si no es viviendo, viviendo su mímica facial tan rica y maliciosa, viviendo aquellas palabras que buscaba con tanto esmero en una aparente torpeza de quien nunca perdió el acento extranjero. Y casi estamos tentados de asegurar que su redacción verbal era desmañada a propósito en la coordinación de los sustantivos con los adjetivos, del singular con el plural, del masculino con el femenino, porque lo pintoresco de ese parlotear formaba parte del "personaje Segall".
Paulo Mendes de Almeida: "Segall no obstante los diversos ciclos en que podemos clasificar su carrera, era, por excelencia, un rumbo -- uno solo -- y en él el artista nunca dejó de profundizarse. Y es precisamente eso lo que da, como expresión auténtica, el caráter de necesidad que toda su obra respira. En eso, en esa persistencia, en esa obstinación, en esa coherencia permanente, su caso encuentra paralelo con el Braque, por ventura el más sólido pintor de nuestros tiempos".
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