Finisterre, golpeado.
Ojo que sueña el mar,
color mojado.
Un pincel que se hiere,
que hasta rompe a llorar
y hasta se muere.
Por los caminos de neblina
violeros,
gaiteros,
perros y santos pordioseros.
Una aldea velada en la retina.
El cántaro es de amor
la patata, el pimiento,
la botella y el mozo que se lleva la flor.
Y la lluvia y el viento.
(La lluvia, sí, pintor,
ese constante
pañuelo popular
que ya lava o deslava tu color).
Quema, distante,
el lar
un canto de emigrante.
Y siempre, em tu paleta,
una nostalgia quieta.
Y el mar!
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